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¿Atrae tu iglesia a los incrédulos?

Jesús atraía a las multitudes amando a los incrédulos. El amaba a los perdidos y le gustaba pasar tiempo con ellos. Es evidente, a la luz de los evangelios, que disfrutaba mucho más de estar con los que le buscaban que con los líderes religiosos. Asistía a sus fiestas y lo llamaban "amigo de los pecadores" (Lucas 7:34).
¿Cuánta gente lo llamaría a usted de esta manera? La gente podía sentir que a Jesús le encantaba estar con ellos. Inclusive los niños pequeños querían estar cerca de él,
lo cual dice muchísimo de qué clase de persona era. Los niños parecían inclinarse instintivamente hacia las personas amorosas y que los aceptan.

El amor hacia los perdidos.

Amar a los incrédulos como lo hizo Jesús, es la llave para el crecimiento de la iglesia que más se pasa por alto. Si no tenemos su pasión por los perdidos, no podremos hacer los sacrificios necesarios para alcanzarlos. El mandato de amar es el que más se repite en el Nuevo Testamento, aparece por lo menos cincuenta veces. Si no amamos a la gente, nada más importa. "El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor" (1 Juan 4:8). Cuando pregunto a los nuevos convertidos que bautizo qué los atrajo a la familia de nuestra iglesia, nunca he oído que alguno me diga: "Fue por la teología de la Reforma en la cual ustedes creen", o "Fue su calendario lleno de actividades". En cambio, la respuesta más común ha sido: "Me atrajo un increíble espíritu de amor hacia mí".

Considere cuál es el centro de esta afirmación. El amor de nuestros miembros se dirige a los nuevos, no se aman solamente entre ellos. Conozco muchas iglesias donde los miembros se aman los unos a los otros y tienen una gran comunión, sin embargo, las iglesias se están muriendo porque todo el amor está canalizado hacia adentro. La comunión en estas iglesias se ha vuelto tan cerrada que las personas nuevas no pueden romper ese círculo. No atraen a incrédulos porque no los aman.

Una atmósfera de aceptación.

Las plantas necesitan el clima apropiado para crecer, y lo mismo sucede con las iglesias. El clima apropiado para el crecimiento de la iglesia es una atmósfera de aceptación y amor. Las iglesias que crecen aman; las iglesias que aman crecen. Parece evidente, pero muchas veces se pasa por alto: Para que su iglesia crezca debe ser agradable con la gente cuando viene por primera vez. En una encuesta realizada con relación a este tema, la segunda queja más importante fue: "Los miembros de las iglesias no son amigables con las visitas. Parece que no encajamos". Mucho antes de que el pastor predique, las visitas ya están decidiendo si volverán o no.

Demuestre el amor hacia las visitas.

Para impactar a un visitante, se debe expresar el amor de una manera práctica. Aunque una iglesia sienta genuina compasión por los perdidos, es posible que esa compasión no se esté expresando de manera tal que los perdidos la comprendan. Debemos actuar intencionalmente para demostrar nuestro amor hacia las visitas y hacia aquellos que no conocen a Cristo. El amor es más que un sentimiento, es un comportamiento. Significa ser sensible a las necesidades de los demás poniéndoles antes que nosotros mismos.

Aceptación sin aprobación.

Para poder amar a los inconversos incondicionalmente, las personas deben entender la diferencia que existe entre aceptación y aprobación. Como cristianos, hemos sido llamados a aceptar y a amar a los incrédulos sin que aprobemos su estilo de vida pecaminoso. Jesús hizo esto cuando mostró su aceptación y amor a la mujer samaritana en el pozo de agua sin aprobar su vida licenciosa. También comió con Zaqueo sin aprobar su deshonestidad. Y defendió públicamente la dignidad de una mujer que había sido encontrada en adulterio sin minimizar su pecado. No podemos esperar que los inconversos actúen como creyentes hasta que sean creyentes.

Examinemos nuestro corazón.

Cada vez que siento que mi corazón se está enfriando con respecto a la gente que no conoce a Cristo, me recuerdo a mí mismo lo que fue la cruz. Esa es la medida del amor de Dios hacia la gente perdida. Lo que retuvo a Jesús en la cruz fue el amor, no los clavos. El abrió sus brazos y dijo: "Esta es la medida de amor hacia los perdidos". Cuando los cristianos aman a las personas de esta manera, sus iglesias atraen a las multitudes.

Este artículo es un resumen del capítulo 12 del libro de Rick Warren "Una Iglesia con Propósito" – Como crecer sin comprometer el mensaje y la misión.


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